¡Se ha hecho siempre lo que han querido!, una vez y otra con la utilización de todas las sinrazones o todas las mentiras que desgraciadamente siempre han tenido a todos los poderes de sus partes. Y ya la decencia, quiera lo que quiera, que acullá agonice en lo indignante y en el olvido.
¡Es horrible!, mienten hasta por las orejas, porque no se sujetan a la razón “ni a guantazos de realidad” (sí, pues la “razón” equivale a ser la “tierra” por la cual se sujetan las plantas).
Muchos intelectuales escogen (influidos por el capitalismo) de la racionalidad lo que les conviene, como si quisieran tener para uso o comprensión personal una propia Ley de Gravedad por ejemplo; sencillamente porque cuando hay que afrontar todas las razones (o toda la extensión racional de algo) no les interesa y, así, van a la evasiva, los muy pillos-egoístas, haciéndose de los que cambian de tema o de terreno racional al menor descuido. ¡Eso es!, a juego sucio y a depravación (como si tú pagaras impuestos y el alcalde no, como si a uno de tus hijos les das toda dignidad y a otro le niegas el pan, o sea, ya no le aplicas las reglas de la dignidad sino “otras oscuras reglas”). ¡Así van!
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